Pablo y yo nos casamos el 21 de julio de 2018. Éramos 210 invitados contando a los padrinos y novios. Y, la verdad, que nos alegramos mucho de haber elegido esta finca, no la cambiaríamos por otra.
Después de haber visitado unas cuantas fincas, en cuanto llegamos a Prados Moros y nos recibió Ana, ya supimos que iba a ser nuestra finca.
Las razones por las que elegimos la finca fueron:
1- Los espacios: el embarcadero y el lago son idílicos, la zona del cóctel y mirador con el césped, todo lleno de flores y unas mesas y sillas de forja preciosas. El salón con una cascada en uno de los laterales, sin pinta de carpa y con una decoración muy acogedora, y por último el invernadero que hace de discoteca con vistas al lago.
2- Muy mimado: el equipo que trabaja en la finca lo tiene todo muy cuidado, siempre están trabajando para que todo esté perfecto.
3- Cocina propia: es el primer año que tenían cocina propia y no han defraudado, está todo buenísimo, tiene una presentación espectacular y son platos muy originales. Nuestros invitados nos felicitaron por lo bien que comieron y lo bueno que estaba todo.
4- Animación infantil: los niños cenan durante el cóctel y durante la cena juegan. Las animadoras estuvieron desde la ceremonia hasta el inicio del baile con los niños, los padres disfrutaron de la boda y los niños se lo pasaron tan bien que no se querían ir a casa, incluso alguno lloró por irse.
5- Personal muy profesional y cercano: Ana fue nuestra wedding planner y desde el primer momento nos asesoró, aconsejó y ayudó a preparar cada mínimo detalle, además el día de la boda se encargó de colocar muchas de las cosas que debería haber colocado nuestra familia. Celia estuvo hasta el último día pendiente de la organización, hasta el último momento le cambiamos las mesas y el número de invitados. Nacho con la música estuvo pendiente de cada momento.
6- Customizable: la finca provee algunos servicios extra como decoración pero nosotros decidimos hacer algunos cambios: quitamos los córners que vienen en el menú y pusimos 2 cortadores de jamón, el rincón de los protectores de tacón nos lo colocaron con la mesa y sillas que habíamos llevado nosotros, lo mismo que con las gafas de sol, abanicos y candy bar.
Los invitados nos pidieron que felicitásemos al personal de la finca de lo bien que se habían sentido atendidos y por lo bien que salió todo. Como anécdota, se nos olvidó comentar que uno de los invitados es diabético y a la hora del postre, él le comunicó al camarero que no podía tomar dulce. En ese momento el camarero le cambió el plato por uno de fruta cortada y queso con una pinta buenísima. Incluso nuestro invitado vegano se quedó encantado del trato y de los platos que le sirvieron (incluso en la recena).
Nuestro día de la boda estuvo muy nublado, incluso durante la cena llovió pero aún así, la finca enamoró a todos los invitados, instagram ardía con las fotos del embarcadero y las nubes nos dejaron un atardecer impresionante. El único problema fue que la terraza chillout del invernadero no la pudimos aprovechar porque los sofás estaban empapados. Durante la lluvia, los niños tuvieron cine con palomitas en un zaguán muy cerca del salón de la cena y el personal estaba pendiente con paraguas para la gente que salía a fumar o al baño. Lo dicho, cuidado hasta el último detalle.
Muchas gracias a todo el personal de la finca porque hizo de nuestra boda un día inolvidable para nosotros y nuestros invitados.